En medio de una renovada política fiscal más agresiva por parte de Estados Unidos donde se han establecido nuevos aranceles a productos estratégicos de China, Europa y países latinoamericanos, las tensiones comerciales vuelven a dominar el escenario global. Esta estrategia, impulsada por la actual administración de Estados Unidos, busca proteger industrias locales, pero ha generado incertidumbre para multinacionales, fondos de inversión y exportadores que dependen del acceso fluido al mercado estadounidense.
En este contexto, la ausencia histórica de un tratado fiscal entre EE.UU. y Brasil, dos de las economías más relevantes del hemisferio occidental, era un obstáculo evidente para la competitividad bilateral. La doble tributación sobre rentas transfronterizas, la falta de mecanismos modernos de cooperación fiscal y la complejidad del cumplimiento desincentivaban la inversión estructurada entre ambas potencias.
Hoy, ese vacío empieza a llenarse con la firma de un nuevo acuerdo fiscal bilateral que promete redefinir las relaciones económicas entre EE.UU. y Brasil, y abrir una ventana estratégica para empresas, inversionistas y asesores internacionales que operan en América y más allá. El acuerdo también busca evitar la doble imposición y prevenir la evasión fiscal, un hito en las relaciones económicas entre ambas potencias del hemisferio. Este tratado, que entrará en vigor una vez concluido el proceso de ratificación legislativa, promete transformar el entorno para los inversionistas internacionales, empresas multinacionales y asesores fiscales que operan entre ambos países.
¿Por qué es relevante este tratado?
De acuerdo con el Servicio de Ingresos Internos (IRS) – EE.UU., durante años la ausencia de un convenio de doble tributación entre EE.UU. y Brasil generó obstáculos importantes para las inversiones bilaterales. Las empresas enfrentaban una carga fiscal duplicada sobre ingresos transfronterizos, además de desafíos en materia de cumplimiento, transparencia y previsibilidad jurídica.
Con este nuevo acuerdo, se establecen mecanismos más modernos y coherentes con los estándares de la OCDE, lo que abre nuevas oportunidades para la planificación fiscal y la expansión internacional.
Principales beneficios para inversionistas globales
- Evitar la doble tributación: Uno de los mayores avances es el establecimiento de criterios claros para determinar la residencia fiscal y el reparto de potestades tributarias. Esto evitará que una misma renta sea gravada por ambas jurisdicciones, brindando seguridad jurídica a los flujos financieros transfronterizos.
- Reducción de retenciones en la fuente: Según el Ministerio de Relaciones Exteriores de Brasil (Itamaraty), El tratado prevé límites a las tasas de retención aplicables a dividendos, intereses y regalías. En lugar de tasas locales que oscilaban entre 15% y 25%, se implementarán topes más bajos (por ejemplo, 10% para intereses y regalías, y entre 5%-15% para dividendos) según el tipo de relación corporativa. Esto mejora significativamente la eficieniencia del retorno neto para inversionistas extranjeros.
- Mayor transparencia y cooperación fiscal: El acuerdo incorpora cláusulas sobre intercambio de información fiscal y asistencia administrativa mutua, alineadas con los principios del BEPS (Base Erosion and Profit Shifting) de la OCDE. Esto representa un paso clave en la lucha contra la evasión y el uso abusivo de estructuras offshore, y fortalece la reputación de ambas jurisdicciones ante organismos internacionales.
- Simplificación en el cumplimiento fiscal: La armonización de criterios entre ambos países reducirá la carga administrativa para empresas multinacionales y grupos familiares con operaciones en EE.UU. y Brasil, especialmente en sectores como tecnología, energía, manufactura o agronegocios. Se espera también un impacto positivo en la trazabilidad de dividendos y créditos fiscales.
Nuevas oportunidades para la estructuración fiscal
Con este tratado, las firmas legales y contables podrán ofrecer estructuras más competitivas para clientes que busquen operar entre ambos países. Por ejemplo:
- Empresas brasileñas con filiales en EE.UU. podrán repatriar dividendos de forma más eficiente.
- Inversionistas estadounidenses en Brasil tendrán mayor claridad sobre la imposición aplicable y podrán evitar cargas impositivas duplicadas al diseñar sus vehículos de inversión.
- Holdings o fondos internacionales podrán usar esta relación bilateral para optimizar sus rutas de inversión o repatriación de utilidades desde o hacia América Latina.
Consideraciones clave para empresas y asesores
Aunque el tratado brinda herramientas poderosas, es fundamental que las empresas y sus asesores:
Revisen su estructura actual de operaciones y flujos financieros entre EE.UU. y Brasil.
Evalúen el impacto de las nuevas disposiciones en materia de establecimiento permanente, precios de transferencia e impuestos a los servicios digitales.
Actualicen sus contratos intercompany, políticas de dividendos y estrategias de planificación patrimonial en línea con el nuevo marco.
Una ventana estratégica para Latinoamérica
Este tratado representa también un modelo que puede inspirar futuros convenios fiscales en la región. Si bien países como México y Chile ya cuentan con tratados con EE.UU., Brasil era la gran economía pendiente de esta modernización. Su inclusión ahora fortalece la integración económica y financiera del continente y lo vuelve más atractivo para fondos de inversión y empresas globales.
El nuevo acuerdo fiscal entre Estados Unidos y Brasil marca un antes y un después en el comercio y la inversión bilateral. Ofrece certeza jurídica, eficiencia fiscal y alineación internacional, elementos esenciales para inversionistas globales que operan en entornos cada vez más regulados.
Las firmas legales y contables con experiencia internacional deberán prepararse para acompañar a sus clientes en la reestructuración de operaciones, el análisis de impacto y la aplicación efectiva de los beneficios del tratado.
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